Hubo un instante que sentí. Sin estar presente aún, el aire se tornó pesado y dulce; el viento, cálido; mi piel, erizada. El cielo se anaranjó, se espesó, se tapó; se volvió hermoso y parecía querer dejar tocarse. Yo quería que me toque, que la lluvia me lave, que me de frío, que el frío me abrigue, que me empape la vida que no logro comprender en días como hoy.
El humo circula lento en el aire congestionado de energía, vibran extrañas las ondas de estas gotas que vienen, que vienen. Yo, sólo puedo mirar. Yo, siempre en otra sintonía, sólo puedo esperar, sola, que la lluvia llegue, real. ¿Por qué no se muestra si ya puedo sentirla en cada célula que recubre mi cuerpo? ¿De quién se oculta, esta lluvia de hoy? Será una lluvia juguetona, que como yo, no sabe que hacer con su ser, que ya es; entonces no quiere dormir.
domingo, 7 de noviembre de 2010
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