martes, 27 de octubre de 2009

Como un telón devela a los actores en escena, su escenografía, las luces; este

viernes, 9 de octubre de 2009

fin de temporada.

Como en todas las series, cuando se acerca el fin de la temporada, los personajes empiezan a hacer un balance de lo vivido durante los capítulos que ésta haya durado, y uno, como espectador, tiene la oportunidad de recordar ciertas cosas, atar algunos cabos sueltos, y re-ver, generalmente en blanco y negro, escenas que ya había visto, pero conociendo más. Detalle que no es menor, porque cuando uno conoce más, mira desde otro lugar. [La ignorancia y el desconocimiento, son como cristales empañados o un poco sucios, nos dejan ver parcialmente las cosas]. Eso venía pensando en un colectivo esta mañana, sentada sobre un bolso lleno de ropa, pero también de sueños. Me detuve en un pensamiento...Era curioso que algo lleno de mis propios sueños sostuviera todo mi peso? Era raro? Era totalmente normal, descansaba mi espalda sabiendo que mis sueños, acolchados y esponjosos, estaban controlados debajo mío, y a la vez, me sostenían, me hacían sentir segura, me abrazaban.
Desdoblada completamente, me contemplaba a su vez, de pie junto a mí. Me veía fresca y joven, llena de vida. Sin responsabilidades, leyendo un libro que me tenía fascinada, y mantenía en mi boca una sonrisa permanente. Habré sentido un poco de secreta envidia. Me dije:
- No soy conciente de mi propia rutina en este momento, no?
- Tengo un bolso lleno de ropa, 2 libros, un cuaderno, lapiceras y una cámara de fotos. No necesito ser conciente de nada más.
- Me estás evadiendo?
- Al contrario, estoy viviendo.
- Fingiendo que sos una mochilera sin rumbo cuando todos sabemos que estás yendo a pasar 10 horas adentro de una oficina? Por favor, no seas hipócrita, no conmigo.
- Justamente por eso estoy viviendo, porque se a qué estoy yendo, pero todavía tengo intacta la capacidad de jugar. Hoy es el fin de la temporada y yo me miro desde afuera. Pero ya no juzgándome, ya no reprochándo. Me miro desde afuera, viendo pasar flashbacks en blanco y negro de mi propia vida, de mis días y mis horas, mientras juego a que no soy la misma, mientras dejo de querer robarme el protagonismo en manos del personaje que encarno. Porque es verdad, yo ya no soy la misma. A vos te comió el personaje de la oficinista.
Un rayo de sol entro violentamente por el vidrio sucio de una ventana, volviéndome una unidad. Sobre las blancas hojas del libro, como resaltadas por esa luz inesperada, leí, incrédula:
"...buscaba ante todo un regazo consolador, infinito e inmenso, que lo salvase de la endiablada relatividad del mundo que acababa de descubrir"

jueves, 1 de octubre de 2009

una idea

La veo, casi la puedo tocar. Me enfrento a la fragilidad inimaginable, indescriptible, que implica saberme vulnerable, después de construir tantas cercas, tantos fuertes. Después de tanta dedicación, tanta apuesta a no volver a caer, a mí no me vuelve a pasar, después de un trabajo casi de artesano para desarmar estructuras, armar fuertes, soltar lazos, cortar cadenas, olvidar prejuicios, tomar decisiones, formar valores, replantear caminos, opiniones, volverme una unidad, empezar, girar, cambiar, volver a girar, volverme a dudar...Después de eso, una escultura poco animada, casi perfecta, muy equilibrada.
¿Qué será sino la magia lo que teje estas conexiones invisibles que hoy necesitamos nombrar, al menos, para entenderlas?
¿Qué será, sino la razón aprendida desde la cuna, lo que nos obliga a poner nombre a las cosas, para saber si nos maravillan o nos horrorizan?
¿Qué será sino el miedo lo que nos lleva a la contradicción de no poder ubicar lo nuevo en nuestros viejos parámetros?
¿Qué será sino la aparente seguridad comprada de liquidación la que nos lleva siempre a querer entender y renegar de aquello que, en nuestras concepciones habituales, no puede SER, no existe, no es? ¿Qué nos lleva a negar la realidad inevitable, tangible, materializada, que nos golpea suave, pero firme, prefiriendo unas construcciones mentales más aburridas pero también más cómodas? ¿Qué será sino el miedo, justamente, el miedo a lo ya conocido, a lo ya vivido, a lo ya pasado, a lo ya fracasado, lo que nos impide superarnos e intercambiar recuerdos?
¿Qué será lo que nos lleva a mirar una y otra vez lo ya mirado, lo ya analizado desde todos los ángulos posibles, para tratar de refutarlo? ¿Qué será, si sería más fácil aceptarlo? ¿Qué forma tendrá el velo que se niega a salir de los ojos que ven lo que no pueden creer, pero lo ven, no hay duda? ¿Qué extraño mecanismo niega las emociones que sienten el cuerpo y el alma cuando por fin viven lo que quieren? Será miedo? Será la ambición de saber que si eso realmente es posible, quieren buscar algo mejor? Será el eterno inconformismo, la duda como motor, como caballo blanco que tira del carro de unos sueños imposibles? O será, mejor, el terror de haber descubierto que lo imposible también es una idea?
Entonces, qué hemos de elegir...El peso, o la levedad?

Sobre Casas vacías de Brenda Navarro

  Casas vacías  es la primera novela de Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982). Está organizada en tres partes;   Primera, Segunda y Tercer...