jueves, 30 de enero de 2020

De los puentes que incendio antes de construir. (2010)

Un gato negro me mira desde sus grandes ojos negros en los que yo veo mis lágrimas caer.  Ahora es un gato, es verdad, pero a veces, creo que no lo es. Barajo varias posibilidades: tal vez sea la reencarnación de algún hermano que tuve en otra vida, o de un padre o madre; a veces creo que es en si misma (porque Juana es gata) un mensaje que aún no logré descifrar. A veces creo que es la corporización de ese autor que amo, y murió antes de que yo naciera. Otras veces, como hoy, creo que soy yo misma, si fuera gato. No sé si me explico, no es que yo crea que tengo una doble vida en la cual soy humana y felina a la vez, sino una especie de espejo viviente que me muestra de forma brutal y a veces grotesca algunas de mis inexplicables actitudes.
Hoy creo haber llegado a una conclusión bastante grave, luego de la cual, tengo dos opciones. O no le doy importancia, y sigo viviendo como si no hubiera sucedido  que un determinado encadenamiento de pensamientos, recuerdos y análisis hubieran derivado en dicha conclusión y entonces finjo una parte de mí, una gran parte de mi, todo lo que de mí se involucró en llegar a ese lugar, niego mi pasado, mi raciocinio, mi capacidad de asociación y pierdo nitidez frente a mi misma o…me hago cargo de lo que concluí, de la resolución a la que arribé luego de tanto pensamiento, si es que se puede llamar resolución a algo que, sin siquiera nombrar, ya me trae tantos debates internos.
La conclusión parece simple, pero no lo es tanto. Tiene demasiadas aristas, demasiadas derivaciones, demasiadas posibles interpretaciones. Es, diría, demasiado. Creo, como dije al empezar, y si me permito dudar es justamente por la gravedad que enmarca la situación, …creo haber llegado a la conclusión de que no me gusta la gente.
Les dije, parece simple, pero no lo es. Desmembremos el postulado y analicémoslo según los tópicos vayan apareciendo, dejemos que el instinto, el análisis, las dudas y por qué no, los prejuicios, nos vayan guiando. Quizás, a mi también se me aclaren las ideas, y pase de sólo creer a estar segura.
“Creo que no me gusta la gente” no tiene que ver, ni está teñida de ningún tipo de ideología sexual. No es que no me gusten los hombres ni las mujeres porque no me siento atraída por alguno de los dos, o los dos, eso qué importa ahora, si en definitiva, será consecuencia directa y posterior de la conclusión a la que me lleve este análisis, porque el postulado es tan amplio que podría incluso contener este aspecto.
No es que no quiera tener contacto sexual con ningún ser humano, pero no quiero tener contacto con ningún ser humano, de ningún tipo. En este punto, por suerte, hay algunas excepciones, como mi mamá y mi novio. Pero si hoy tuviera que elegir un ser vivo para convivir el resto de mis días, sin dudas, sería mi gata negra, y el recuerdo de mi padre muerto. Qué paradoja. Mi padre muerto, o mejor dicho su recuerdo, es más ser vivo, que mi padre vivo.
Tengo problemas de género y trastornos del sueño. No puedo dormir ni aunque tome drogas que en otro momento daban el resultado esperado. No soporto a las mujeres como género al que pertenezco, ni a los hombres como antagonistas que ejercen cierta autoridad. Porque si bien, estamos en el 2010, es innegable que el patriarcado no está totalmente desterrado de este mundo capitalista y globalizado y las mujeres, día tras día, nos enfrentamos  a esta triste realidad. No soporto a mi jefe, ni al dueño de la empresa en la que trabajo, ni a mis compañeros varones con cargos superiores. Me cansé de los maltratos innecesarios excusados en la supuesta superioridad. Superioridad de qué? De qué tipo, en qué circunstancias? Circulando por qué esferas?
Me he convertido en una resentida contra el mundo en el que vivo y creo que ha llegado el momento de abandonar mi vida. No se esconden tras esta frase delirios suicidas, ni nada por el estilo, sino simplemente, abandonar la vida como la viví hasta ahora. La forma, el envase de la vida.
Tengo miedo de volverme loca, es verdad. Tengo miedo otra vez. Hay algo, que tampoco se que es y que no puedo aceptar sobre mi forma de pensar
Me autocensuro los pensamientos antes de pensarlos.
Censuro las estructuras sobre las cuales pienso.
Y al arribar a un pensamiento, debato contra él y por lo tanto, contra mí.
Y llegado a este punto, no sé si lo que no me gusta es la gente o soy yo.

jueves, 9 de enero de 2020

Corte al bies

Quisiera poder sacarme tu recuerdo
y lo vivido
como una tela, como un vestido.
Desgarrar la memoria en jirones,
que seguro tendrían más más sentido que esta realidad.
Cortar del lienzo las veces que lloré por vos;
quedarme con los retazos en los que fuimos felices...
¿Pero qué vestido sería ese,
esa verdad deshilachada?
Qué costurera macabra
la que no puede perdonar.

Sobre Casas vacías de Brenda Navarro

  Casas vacías  es la primera novela de Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982). Está organizada en tres partes;   Primera, Segunda y Tercer...