lunes, 3 de agosto de 2009

La historia está equivocada

La semana pasada fue una semana intensa, a todo nivel. Eso venía pensando en el colectivo esta mañana. El viernes me agarró un antojo literario y tuve que salir corriendo a comprarme ese libro que ya leí pero no está más en mi biblioteca, porque mucho de lo intenso de la semana, tuvo que ver con él.
Y pensaba, mientras sentía en la sien el frío del vidrio de una ventana del colectivo, mientras los rayos del sol matutino me obligaban a cerrar los ojos y me recordaban cuánto sueño tengo, qué poco dormí el fin de semana, como quería seguir hasta las 11 calentita en mi cama, pensaba que la historia está equivocada. Que no me parece justo, ni lindo ni ejemplar que la pareja de amantes más famosa, más nombrada en canciones, más veces representada, que la historia de amor que se toma como referencia...es una tragedia. No voy a enumerar la enorme cantidad de ejemplos que hay sobre esto, pero siempre una mujer "espera su Romeo". Y resulta que yo, no quiero un Romeo. Yo no quiero familias enfrentadas, luchas de intereses, curas en el medio, no quiero que el hombre tenga que ir por ahí haciendo de pistolero o luchando por algo tan sencillo como querer. No quiero llorar en un balcón, esperando que aparezca, no quiero esperar tragedias inminentes todo el tiempo, no quiero sentir que lo bueno siempre dura poco y que a cada momento de felicidad, le sigue una catástrofe...Yo soy una idealista, evidentemente, pero yo quiero disfrutar más, que la gente se quiera más. Es mucho mejor, se siente mucho más pleno, el amor llena mucho más que ningún otro sentimiento. Y si hay que ponerle un nombre, a ese amor idealizado, a ese fin al que anhelamos llegar, a la imagen de nuestra mitad que es entera y a la vez nos complementa, la mía no se llama Romeo. Se llama Julio. Y me habla en francés, y sabe de París aunque puede no haber estado nunca ahí, y si me invita a despertarme...puedo decirle que tiene un pajarito en la cabeza, toc, toc...un pajarito que pide comida argentina...Y se da cuenta que así, tan bien dormido, está mejor y no hay para qué despertarse. Y entiende el amor como lo entiendo yo, y sabe que hay cosas que no se eligen, y puede pensar un beso como el sabor a fruta madura, y puede andar por la calle para encontrarme en un puente, como de casualidad, sin buscarme, aunque sabiendo que andaba para encontrarme. Y sabe jugar con las estructuras para romperlas, como me gusta a mi. Y conviven en el tantos personajes, es tantas voces, que no puede más que dejarlos salir. Y tiene instrucciones para todo, hasta las cosas más simples, pueden ser vistas como un proceso complejísimo, y las cosas más complejas, analizadas con la simpleza del sentimiento, con el instinto...
¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que la felicidad no es más que uno de los juegos de la ilusión? La vida entera es juego, hay que jugarse, nada más.

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