miércoles, 30 de junio de 2010

Capítulo 2

No hay ya barco, ni río. No hay soles que se ponen en los horizontes. No hay todo eso, pero el micromomento perdura en el tiempo, se hace carne, se interpreta. Se entiende, se siente. Se vive.

“Lo que te escribo no llega suavemente, subiendo poco a poco hasta un auge para después ir muriendo mansamente. No, lo que te escribo es de fuego, como ojos en llamas”

Capítulo 1

Fue difícil reponerse de ese segundo en el que el mundo pareció vibrar un poco, sobre todo porque a simple vista nada había cambiado. El sol seguía cayendo a su izquierda. La ciudad de la que se iba, se alejaba poco a poco a medida que cada vez se distinguían más detalles de la que la recibiría en aproximadamente una hora y media. El río seguía calmo y nadie, excepto ella, había sentido nada. Se notaba en las sonrisas que tenían todos los demás, en las risas compartidas, en los chistes.
Miró con sorpresa su cigarrillo que era ahora un tubito de ceniza, sostenido por alguna fuerza mágica, inexplicable. Lo golpeó suavemente con el dedo índice para que la ceniza cayera, y no sin cierta sorpresa, fumó lo poco que quedaba de él.
Se disponía a ordenar lo que le había pasado. Si bien estaba acostumbrada a que sus pensamientos la arrebataran, como si tuviera una personalidad alternativa que de tanto en tanto se encargara de hacerla dudar hasta de lo más mínimo, obvio y establecido de su vida, aunque no fuera necesario, aunque eso no necesitara cambiar, aunque nada aparente hubiera pasado para centrar la atención ahí. En esos casos, sólo quedaba entregarse a su raciocinio y pensar todo lo que había por pensar. No había escapatoria. Pero no por eso, vivía esas situaciones con costumbre. Cada vez, era como la primera. La tomaban siempre con sorpresa y había decidido disfrutar de esas dudas existenciales que hacían temblar hasta las nimiedades más impensadas con la misma intensidad que las más básicas estructuras que la sostenían. Es decir: estaba acostumbrada a las crisis existenciales.
Pero había un pequeño problema. Pese a que se sentía, a la vez, profundamente sola y profundamente con ganas de estarlo, no lo estaba.

El beneficio de la duda. ¿El beneficio?

Capítulo 0

Fue un momento en el que se quebró el cielo, un micromomento. Se abría paso la noche, el cielo se transformaba en una inmensa bola de fuego, que parecía contener todos los colores posibles, perfectamente mezclados para mostrar sólo rojos y naranjas. A medida que el sol se escondía en el horizonte, se ensanchaba la estela de luz que bañaba el río, y dibujaba un camino bastante sinuoso que, de no haber sabido que era el efecto que el viento ejercía sobre el agua, diría que estaba formado por minúsculas serpientes alegres, danzarinas que inquietas, cambiaban de lugar a cada minuto.
Entre el sol, allá en el horizonte, y el barco; estaba el camino.
Entre dos ciudades, equidistantes del punto en el que ella se encontraba; estaba el barco.
En el último borde del barco; estaba ella.
Estaba, estaba. Todo en pasado. Era una foto, un cuadro. Una situación que podía haber seguido así, eternamente. Algo que podía durar. Algo hermoso, cada cosa en su perfecto lugar, las ciudades funcionando como elementos geométricos, alejadas exactamente lo mismo a simple vista, el barquito avanzando lento, imperceptible. El sol tiñendo agua y cielo por igual. Uruguay se aleja, viene Buenos Aires. Volver. Permanecer. Estar, pertenecer. Todo eso tan perfecto, y ahí ella en la proa tan insignificantemente humana. Tan perfecto todo, tan ordenado el Universo. Y ella hubiera querido cerrar los ojos y no ver más, porque la perfección le dolía, insoportable. Y ella hubiera querido disfrutar de ese cuadro, porque era mágico.

Prefirió encender un cigarrillo.

Quizás haya sido entonces la bencina, o la llama que ante sus ojos flameaba deformándole la realidad como un caleidoscopio. Quizás haya sido ese momento en que el encendedor engendra la llama, ese segundo en que la atención está puesta en nada, ni en el cigarrillo a punto de ser encendido, ni en el horizonte cercano que va más allá del arco que forma nuestra mano, cubriendo la llama aunque no haya ni una gota de viento. Quizás, haya sido un tono de voz molesto escuchado a lo lejos. Quizás, una molestia adentro, bien adentro. Con ella nunca se sabe. Pudo haber sido alguna de esas cosas, cualquiera, todas juntas, ninguna; cuando volvió a levantar la mirada, y los ojos velados por el humo recién exhalado volvieron a enfocar… ¡qué distinta era la realidad!

martes, 22 de junio de 2010

Dame misterio, vida. No me des seguridad.

Libre fluir

Muy libre no puede fluir, eso ya lo sabemos. Mucho menos si se siente observada, la conciencia que se sabe en una vidriera donde todo es plausible de ser comentado. Al margen de todo debate moral, de todo juicio, de todo abogado, de todo diablo. El diablo, mi amigo. Amigos son los huevos, y así vamos...fumando en pipa situaciones que no quiero, que no elijo, que no provoco. Un helicóptero que me saque a mí de esto, por favor, por la terraza o la puerta grande, lo mismo da. Era tan simple querer la paz, era tan simple reirse más. ¿Era simple entender? No siempre.
Las palabras, ¿de quién serán?

domingo, 20 de junio de 2010

Había que hacer tangible la necesidad de huir, había que materilizarla. Era necesario escapar de verdad, hacía el destino que fuera, donde el destino nos llevara.

viernes, 18 de junio de 2010

Paz para su alma, gran Saramago.

"No te pido que me lo cuentes todo, tienes derecho a guardar tus secretos, con una única e irrenunciable excepción, aquellos de los que dependa tu vida, tu futuro, tu felicidad, ésos quiero saberlos, tengo derecho, y tú no me lo puedes negar."

miércoles, 9 de junio de 2010

Microvida

Con la intensidad de miles de caballos, que seguramente serán blancos, tirando con sus patas traccionadas; sus crines, también blancas, meciéndose con el viento; los ojos achinados por las pequeñas partículas de tierra que, con violencia, golpean su rostro enjuto; allá va la microvida y no la volveremos a ver.
Ha nacido. Con un grito llegó al mundo. Pestaneó, no podía creer lo que efectivamente veía, pero a medida que su visión se fue aclarando, y a la vez que dejaba de ser un bebé, pudo empezar a palpar, a tocar. Dejo de tener miedo, microvida, del sabor que la rodeaba.
Empastada de colores y sabores, barro, chocolate y temperas...microvida juega a que sigue siendo niña, mientras crece, indefectiblemente, crece. Sin parar, sin poder siquiera detenerse a pensarlo, crece y crece microvida. Y tanto crece, que no se da cuenta que ya las piernas se hicieron lo suficientemente largas para que la cabeza alcance el techo. Y microvida, que aún quiere jugar, no ve más remedio que sentarse.
Y sentada, pensando en lo que le gustaría seguir jugando con temperas de colores, muere microvida, sin más.

viernes, 4 de junio de 2010

Una máquina de deseos insatisfechos. Una lluvia de invierno. La noche, desierta y solitaria, envuelta en un silencio tan cerrado que parece esconder los silencios más horrorosos, los gritos que están por llegar a romper el sueño en dos. Una puntada en la espalda, obliga a seguir. El látigo duele en la espalda, el castigo regocija el alma de la víctima. L

Sobre Casas vacías de Brenda Navarro

  Casas vacías  es la primera novela de Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982). Está organizada en tres partes;   Primera, Segunda y Tercer...