Cada vez que pienso en retomar el blog, termino empezando (paradoja número 1) otro. Siento que lo que ya está es viejo, que no sirve más, que no tiene que ver con mi yo actual. Pero a la vez, esas cosas viejas son lo que formó mi yo actual y nunca alguno de esos blogs de esos erráticos duró más que un par de posteos. Solo los micromomentos se mantienen constante. Por eso acá estoy otra vez.
También me pasa que cuando llego acá otra vez, a retomar este lugar, a volver a hacerlo mío, lo primero que quiero es revisar lo viejo. "Pero así no estás haciendo nada nuevo", me digo. Lo que sucede generalmente entonces, es que no hago ni una cosa ni la otra. Me quedo con las ganas de volver a mostrar lo que escribo. O de mostrarme que escribo, o demostrarme, tal vez.
Pero hoy no tengo ganas de quedarme con las ganas. Y acá llegué a renovar este lugar. A ponerle colores y palabras nuevas, porque aunque sea viejo, aunque lo viejo ya no me guste y le encuentre mil errores, este lugar es mío.
Hoy no tuve ganas de no volver a casa.
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