lunes, 30 de agosto de 2021

El verbo, no el gerundio.

veces me quedo tanto en los nombres que me olvido de ir más allá. Les doy vuelta, los miro, los peso; me los acerco a la cara hasta que se tornan borrosos, los alejo. Dedico tanto tiempo a estos rituales que tal vez no llego a ver nunca la cosa en sí, solo me quedo en cómo se llama y por lo tanto, en qué es. Establezco una relación directa entre el nombre de algo y su función, su utilidad, mis expectativas. ¿A todo el mundo le pasa igual?

Merodeo la superficie de los nombres como un territorio anexo a lo que refieren, que es la cosa: un resumen, un título. Como si el paratexto tuviera categoría de sustancia, como si pudiera darme todo lo que necesito saber, como si al acto de nombrar no le hiciera falta la experiencia.
La solución: convertirse en verbo.

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