viernes, 30 de julio de 2021

Lijar

  Hace como 4 años las puertas del placard de mi habitación están a medio pintar. Pasaron por varias etapas desde que empecé a sacarles el contact (simil madera) con el que estaban forradas. De las ocho puertas, hubo épocas en las que solo dos no tenían papel y estaban pintadas, aunque es mucho decir que los garabatos que les había hecho fueran pintura. Después, las otras dos, pasaron a estar pintadas de otro color diferente. Las cuatro de arriba permanecieron originales durante mucho más tiempo y el proceso de desgarrar el papel pegajoso y arrancarlo me llevó más tiempo. Andrajoso es la palabra que mejor describe el estado de mi placard al día de la fecha. ¿Y todo por qué? Porque me niego rotundamente a lijar las puertas. Me niego, no quiero, no lo voy a hacer. Lijar es una actividad que no debería existir ni ser necesaria para dejar una madera lista para decorarla de otra manera. Me aburren los procesos de tantos pasos, sobre todo si implican hacer polvo, ensuciar, sacar las puertas, la ropa, desarmar todo solo para lijar. Lijar: pasar una superficie áspera por otra mucho más robusta para dejarla pareja y porosa, libre de todo material que hubiera tenido antes. ¿Por qué no puedo hacerlo con un trapo si es el equivalente a limpiar? ¿Por qué la madera se empeña o la lija se encapricha? Quiero dibujar paredes y puertas y por momentos también los pisos, pero me contengo.

¿Cuántas veces hay que lijar y lo evito? ¿Por cuantas superficies ásperas evité pasar, cuántos restos de otras cosas tendré encima?
Más veces de las que quisiera encuentro una especie de satisfacción en hacer las cosas de una manera equivocada. Auténtica, tal vez original, pero errónea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sobre Casas vacías de Brenda Navarro

  Casas vacías  es la primera novela de Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982). Está organizada en tres partes;   Primera, Segunda y Tercer...