martes, 11 de agosto de 2009

EnCadena

La siguiente es una imágen común: cabeza contra el vidrio de algún transporte, anteojos de sol, música para aislarme del mundo y el cerebro a toda máquina, a pleno tractoreo, en actitud compulsiva de producción de pensamientos. Hoy el pensamiento tenía una forma, muy visible, era muy tangible. Era como un tren con muchos vagones, como un laberinto, como las cavernas del minotauro, como una larga cadena con millones de eslabones con intrincadas combinaciones. El trabajo de algún joyero macabro, pensaba, mientras trataba de reubicarme geográficamente en el mundo real; el trabajo de alguien que se divierte mientras nos va alejando siempre un eslabón de algo que queremos.
Siempre pienso que los deseos son el motor de las búsquedas, la razón por la que nunca nos quedamos quietos o al menos, lo que mueve a aquellos que, cómo yo, tenemos un espíritu libre e intrépido...sin embargo hoy, los deseos se me antojan amargos, y no los míos. Los deseos cruzados hoy a mi me generan un nudo en el estómago, un sabor a poco, unas ganas irrefrenables de idealizar el mundo...Y mirando por la ventana del taxi, pensaba; dentro de mi burbuja autogenerada; pensaba...el mundo ideal para mi hoy sería un lugar donde cada uno fuera por la vida llevando su globo en la mano, para que todos lo sepan, para que nadie se desilusione, para que uno no se lleve sorpresas, para no alimentar esperanzas que nunca van a ser realidad, para que sea vea claramente, que muchas veces, la vida es una traspolación de deseos en manos equivocadas, que mis deseos están en manos de alguien, y en las mías..., no se qué hacer con los que hay en las mías...
Por suerte, los viajes me duran poco. Y los mundos ideales también.

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