viernes, 4 de junio de 2010
Una máquina de deseos insatisfechos. Una lluvia de invierno. La noche, desierta y solitaria, envuelta en un silencio tan cerrado que parece esconder los silencios más horrorosos, los gritos que están por llegar a romper el sueño en dos. Una puntada en la espalda, obliga a seguir. El látigo duele en la espalda, el castigo regocija el alma de la víctima. L
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