miércoles, 30 de junio de 2010

Capítulo 0

Fue un momento en el que se quebró el cielo, un micromomento. Se abría paso la noche, el cielo se transformaba en una inmensa bola de fuego, que parecía contener todos los colores posibles, perfectamente mezclados para mostrar sólo rojos y naranjas. A medida que el sol se escondía en el horizonte, se ensanchaba la estela de luz que bañaba el río, y dibujaba un camino bastante sinuoso que, de no haber sabido que era el efecto que el viento ejercía sobre el agua, diría que estaba formado por minúsculas serpientes alegres, danzarinas que inquietas, cambiaban de lugar a cada minuto.
Entre el sol, allá en el horizonte, y el barco; estaba el camino.
Entre dos ciudades, equidistantes del punto en el que ella se encontraba; estaba el barco.
En el último borde del barco; estaba ella.
Estaba, estaba. Todo en pasado. Era una foto, un cuadro. Una situación que podía haber seguido así, eternamente. Algo que podía durar. Algo hermoso, cada cosa en su perfecto lugar, las ciudades funcionando como elementos geométricos, alejadas exactamente lo mismo a simple vista, el barquito avanzando lento, imperceptible. El sol tiñendo agua y cielo por igual. Uruguay se aleja, viene Buenos Aires. Volver. Permanecer. Estar, pertenecer. Todo eso tan perfecto, y ahí ella en la proa tan insignificantemente humana. Tan perfecto todo, tan ordenado el Universo. Y ella hubiera querido cerrar los ojos y no ver más, porque la perfección le dolía, insoportable. Y ella hubiera querido disfrutar de ese cuadro, porque era mágico.

Prefirió encender un cigarrillo.

Quizás haya sido entonces la bencina, o la llama que ante sus ojos flameaba deformándole la realidad como un caleidoscopio. Quizás haya sido ese momento en que el encendedor engendra la llama, ese segundo en que la atención está puesta en nada, ni en el cigarrillo a punto de ser encendido, ni en el horizonte cercano que va más allá del arco que forma nuestra mano, cubriendo la llama aunque no haya ni una gota de viento. Quizás, haya sido un tono de voz molesto escuchado a lo lejos. Quizás, una molestia adentro, bien adentro. Con ella nunca se sabe. Pudo haber sido alguna de esas cosas, cualquiera, todas juntas, ninguna; cuando volvió a levantar la mirada, y los ojos velados por el humo recién exhalado volvieron a enfocar… ¡qué distinta era la realidad!

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