miércoles, 29 de julio de 2009

Un día de sol

Las ganas de hacer cosas que quiero son siempre directamente proporcionales con las cosas que "debo" hacer, e inversamente al tiempo del que dispongo. Siempre es así.
Por esta razón, suelo encontrarme en laberintos y callejones de obligaciones que se cierran sobre mi, paredes de papeles que se derrumban como edificios antiguos, que me atrapan, que están por aplastarme, mientras yo simplemente juego con un globo, lo suelto y lo vuelvo a atrapar, mientras silbo alguna canción, que siempre es alegre, que siempre da ganas de bailar, mientras me digo que si me aplastaran los compromisos, que si la rutina llegara a aniquilarme y me dejara tan gris como el asfalto de ese callejón por el que camino, que si esos edificios se doblaran tanto que sus extremos se tocaran y ya no me dejaran ver el sol, que si el reloj enloqueciera definitivamente y acelerara su descontrolada marcha, y con la velocidad con la que giran sus agujitas diera origen a un viento fortísimo, que me golpeara la cara, arrebatara mi boina, inclinara todo mi cuerpo hacia atrás y tratara de llevarse mi globo, no me importaría, porque aún lo tengo en mi mano. Y brilla, tiene más colores que los que pude imaginar y a todo momento, cambia de forma. Tengo mis sueños en la mano, y si el viento sopla...nos volamos juntos.

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