viernes, 23 de julio de 2010

La realidad estaba en otro lado!

La vida se rige por medidas inconmensurables. Me lleno de color y mis pies, más que el piso, miran las líneas de las baldosas, juegan a la rayuela mientras yo, mayor y ya adulta, intento caminar.
Y qué me importa si canto mal, si entre los árboles los rayos de sol juegan a darme luces y sombras?
Y qué me importa si el pasto está humedo todavía, si un rayito hace foco justo en una gota de rocío debajo de la cual, un instante, pasaba una hormiga?
Y qué me importa el frío, si una correntada que sube por mi espalda y me estremece, me obliga a cerrar los ojos, y abriéndome la nariz, me trae el aroma de todas las hojas caídas, de todas las tormentas recibidas por la tierra? Qué me importan las palomas, si todavía sólo se acercan para pedirme comida?
Sólo el viento, solo el viento siguió mis pasos. Y a pesar de eso, sólo el viento, yo siento que todo está unido.
La escenografía me abruma un poco, cables negros se unen a edificios altos que me dosifican la luz, pero acá...acá nomás, sin embargo, un árbol que parece dibujado y más allá el cielo turquesa, inmenso, me abre el pecho y la percepción. Alguna nube curiosa, que ni llega a estar equivocada. Tan liviana, lejana, intocable. Y yo que estoy viendo, a la vez estoy ahí. Estoy acá. Unida por quién sabe qué fuerza a esta misma superficie por la que la gente camina, los chicos juegan, los autos corren hacia otros destinos, siempre a otros destinos, siempre yéndose. Y el cielo allá, recortado entre otras figuras, imposible de medir, de agarrar, de limitar; y yo acá, seguimos unidos, nos quedamos sólo por el placer de hoy, sólo por estar tan llenos de sol.

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