"No quiero la terrible limitación del que vive tan sólo de aquello capaz de tener sentido. Yo no: quiero una verdad inventada."
Una verdad, en definitiva. Inventada por mí, por supuesto, como cada uno de nosotros inventa o debería inventar lo que hay en su vida, sin dejarse inventar por otros, sin dejarse sacar ni poner nada. El sentido único, intransferible, interno, inexplicable, intocable, imperceptible e insoportablemente real que quiero dar a mí vida. Esa realidad quiero inventar; en esa verdad inventada, quiero vivir.
Y sí hubo un tiempo en el que la felicidad era aquello, sentirse complacido viviendo sólo lo que tiene sentido, y sobre todo para otros, ya pasó. Hoy, que han vuelto los tiempos en los que la realidad golpea otras puertas de la razón y el corazón, la necesidad de autobiografiarme surge casi como me surgen las necesidades básicas de comer o nacer. O nacerme, o hacerme nacer, o quizás renacer, o tal vez reinventarme, o reconocerme, recapitularme, reinterpretarme, redefinirme, recrearme, rearmarme, remarcarme, resaltarme, reirme, re-me, re-loquevosquieras-me.
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