martes, 13 de julio de 2010

Llovido, mojado, llorado.

Ahí, en el lugar lejano e inaccesible en el que quedaron mis ilusiones, comienza, una lágrima, una gota. Como un hilo de agua que por fuerza destruye una compuerta y genera un mar, rompe la realidad. El llanto estalla, irrumpe, interrumpe. Llega, incontenible. Llega para quedarse un buen rato. Llorar, con las manos y los pies, desconsolados, epilépticos. Con los ojos, hasta que queden secos de tanto llover. Hasta que la cara envejezca y cada línea sea visible como una arruga que recién nace, como una mariposa a punto de romper el capullo de mi piel y salir, irse a volar a otro lugar. Subrayada en mi cara cada línea, como apenas dibujada; nueva y lavada por este llanto gris que la erosiona. Llorar un llanto que desfigure, desde el estómago. Desde ahí, donde nace. Llorar desde el pecho o los pies. Llorar parado es más difícil, puedo intentar. Que llore el cuerpo entero, hasta que no queden más que gotas saladas formando un cuerpo destruido que no tiene más órganos que la lluvia que lo deforma. Andar un día entero, así, lloviendo por las calles; no existe el tiempo cuando lloro. Sentir cómo los ojos se endurecen de agua, se llenan hasta que desbordan y ruedan unas gotas por ahí, donde antes había una cara. Llorar hasta que la cabeza duela de tanto llorar. Secarse las lágrimas con el lomo del gato que no entiende el llanto y no es perro para lamer ojos ajenos.
Llorar sin alegría, claro. Sin tiempo de duración. Llorarlo todo, bien llorado. Llorar con toda la cara, qué feos somos después de llorar, con qué poco nos deformamos. Qué pasaría si cada día hubiéramos de llorar, un rato, para mejorar el estilo. Qué pensaría Andrea Del Boca, si ahora, me viera llorar. Qué pensamientos idiotas tengo mientras lloro, pienso mientras lloro. Más no puedo pensar. Es que cuando lloro, mi cabeza está agotada, pide licencia y se apaga un rato. Por eso lloro cuando vivo a través de otros en las películas, si me emociona un libro, si una canción me puso la piel de gallina. Cuando las cosas que creía, desaparecen como por arte de una magia oscura; cuando las cosas que pensaba, son sinrazones para el corazón; cuando las realidades se chocan con las esperanzas…mi cabeza no sabe qué hacer, y yo empiezo a llorar.

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